sábado, 13 de abril de 2019

Todo claro



Una noche en un bar conocí a C., un judío rebelde con su comunidad que en el departamento en donde vivía (prestado por otro de la comunidad menos rebelde) me tiró sobre la alfombra un ejemplar de Mi Lucha, una edición chilena de tapa negra y caracteres amarillo huevo.

- A la historia hay que leerla de primera mano –dijo mirándome desde arriba como un Saturno.

Yo estaba sentado sobre la alfombra, grabándome los discos completos de Joy Division.

Miré casi de reojo ese libro negro sobre la alfombra beige y enseguida volví a la pantalla. Le dije “si claro” mientras veía subir el porcentaje de grabación. Hacía horas que le venía diciendo muchos “sí claro”, él hacía como que no se daba cuenta y seguía con su verborragia. Tenía tanto para contar que se desangraba. Yo lo entendía. A veces se ponía violento y me enfrentaba. Se me ponía muy cerca de la cara, mirándome a los ojos.

- ¿me entendés? no, vos no me entendiste, mi vieja, que mi vieja dijera eso me sacó, no me lo esperaba ¿entendés?

No podía parar. Eso fue claro desde el principio. Por eso en un momento le dije que me convidara de lo que estaba tomando. Se lo dije con sorna, para tratar de frenarlo. Él lo tomó literalmente y me invitó a subir al baño. Se metió en uno de los cuartitos con inodoro. Yo me quedé afuera meando en un mingitorio. Salió y se fue para abajo, otra vez a la barra. Entré al cuartito, cerré la puerta. Sobre la tapa del aparato de donde sale el papel higiénico hay una chapita con dos canaletas para apoyar los cigarrillos. En una de las canaletitas había un montoncito de merca que me aspiré con un billete de cinco pesos.

Cuando llegué a la barra me estaba esperando.

- Mirá, te lo aclaro desde el principio, todo bien, ahora tomamos y todo bien, pero yo le convido a quien quiero y cuando quiero, que quede claro, te lo digo para que sepas, está todo bien, pero si digo no, es no.

Yo lo miraba a los ojos. Cuando terminó le dije que se quedara tranquilo. Él repitió su idea una vez más.

- Cuando digo no, es no.

Sonreí. Esto lo hizo pensar y se quedó callado. Entonces le dije “mirá, no hace falta que me aclares nada. Está todo claro”.


“¿A dónde vas a pasear esta noche, querido amigo? ¿Has renunciado a la carne? ¿Estás desarmado y vacío, en manos de la Gracia? ¿Puedes dejar de hablar? ¿Te ha llevado la soledad al éxtasis?”  L. Cohen