Algo hermoso
y extraño.
No eso que
dicen en la radio,
De que hay
demoras,
Y heridos.
No, eso no.
En los principales accesos.
Algo sorprendente.
Agazapado.
Algo hermoso
y extraño.
No eso que
dicen en la radio,
De que hay
demoras,
Y heridos.
No, eso no.
En los principales accesos.
Algo sorprendente.
Agazapado.
Y yo comía,
aceitunas,
Y yo Leía,
Y yo escribía,
Siempre yo,
Fumaba y tomaba,
Yo cerveza todo
frente a la semifinal de tenis
Y al mismo tiempo yo
Durante el cambio de saque,
Uno de los jugadores,
masticaba una banana,
Y pedía aserrín para sus manos
Y “está
dispuesto a dar pelea”,
decía el comentarista en la tele
frente a la cual rezaba
la cal su escama
su vientre de mimbre
pulida tu pulpa
a la cal oraba
frente al napalm su mimbre
de cráneo su culpa perdida
tu carta natal rastreaba
al ras su seda
su alfombra tendida
predicaba tu pulga
voraz la cal
su tul
su mano de esponja
y la yema en la llaga
pronunciaba espirales
de rabia sagaz
y dudas descalzas
y yo buscaba rastros
Gemelos
frapé
Tiernos
derivados
De
huevos diferentes
Gametos
los ofrecía
Los
guardaba
Los
volvía a ofrecer
Y no pasaba nada
Convocaba Brotes
Gemación
Germen
de mi pausa
Y
Soma
¡taxia taxia taxia!
Galopaba
a gritos
¡En la dirección de la excitación!
Me
decía:
¡Quiebra tu colina!
¡carroza!
¡Zángano sin celda!
¡tu caída en la distancia!
¡Seas fósil así marcas en la piedra tu pereza!
¡Tu inclinación en la sombra!
Respondía.
Y
vos te creías que eras
alguien
Que tomabas decisiones
Que tenías sentimientos
En cambio yo,
mirá por dónde andaba,
¿A que no ves nada?,
Me decía yo andando.
Yo corría tras tu vestido
que cordial flameaba
entre los cuernos
de un viento extraño.
Tu tela
se soltaba de dedos
y flotaba
fecunda
sobre
sólo vientos y vientres.
Tu tela
desbordaba su seda,
deshacía
tu trama,
y colgaba
monigotes
de hilos
helados.
Mi meta,
mi manto,
recibía
rozando tu celda,
su cita
de asalto.
Un sobre
cargado de crías
desplegaba
postales,
por
debajo de la puerta,
lingotes
rizando colinas
colmadas
de huesos
supuraba
mi meta, mi encanto,
derrapaba
cordura y volcaba
patas
arriba
al
costado de la ruta.
Por
panza redonda remitía
al almíbar
de sangre,
y al
campo de hambre
quemando
la leche.
Por
prisa presunta perecían,
las alas
salando en el polen,
las atabas
al sudor del quieto.