Yo corría tras tu vestido
que cordial flameaba
entre los cuernos
de un viento extraño.
Tu tela
se soltaba de dedos
y flotaba
fecunda
sobre
sólo vientos y vientres.
Tu tela
desbordaba su seda,
deshacía
tu trama,
y colgaba
monigotes
de hilos
helados.
Mi meta,
mi manto,
recibía
rozando tu celda,
su cita
de asalto.
Un sobre
cargado de crías
desplegaba
postales,
por
debajo de la puerta,
lingotes
rizando colinas
colmadas
de huesos
supuraba
mi meta, mi encanto,
derrapaba
cordura y volcaba
patas
arriba
al
costado de la ruta.
Por
panza redonda remitía
al almíbar
de sangre,
y al
campo de hambre
quemando
la leche.
Por
prisa presunta perecían,
las alas
salando en el polen,
las atabas
al sudor del quieto.
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